Archivo: De la Rúa tenía un 60% de imagen positiva un año antes del estallido de 2001

Lo que pasó en 2001 no puede compararse en términos lineales y absolutos con lo que está pasando ahora. No hace falta ser un analista político para darse cuenta. Fue otro momento de nuestra historia. Sin embargo, también fue nuestra última gran crisis y es cierto que repite nombres de funcionarios del gobierno actual (Bullrich, Sturzenegger), modelos de corte neoliberal y algunos indicadores sociales, económicos y políticos no muy distantes con esta coyuntura que nos toca. Es imposible pensar en un futuro sin tener en claro nuestro pasado, por eso me interesaba hacer un repaso alrededor de qué se decía sobre la gestión de la Alianza y cuál era la percepción del electorado. Con esto no quiero decir que el final del gobierno libertario será igual de catastrófico que en 2001. Nunca está de más la aclaración.

Se ha destacado por estos días que el gobierno de Javier Milei goza de buena salud en las encuestas nacionales. Una mala gestión con una buena imagen no es común para un político, menos para uno que se jacta de ejecutar un ajuste brutal y sin precedentes. La motosierra ha arrasado con puestos de trabajo, ventas minoristas, obra pública y el mandatario ha aumentado impuestos, tarifas y desregulado los controles sobre las grandes empresas de una manera brutal. Nada de eso afectó (hasta ahora) su imagen positiva de más del 50%. Milei es un presidente sin gobernadores, sin intendentes, sin una mayoría en el Congreso. También es un presidente que no responde los llamados de sus ministros y que desprecia las reuniones de gabinete. Su sostenibilidad política se juega en el activo de novedad que atrae al electorado, en lo border de su figura alejada de los protocolos de “la política” y en el asentamiento cómodo sobre un sentido común, previamente alimentado en estos años, que desprecia todo lo que provenga del Estado. Milei no transa con la política, no negocia y se desquita “con los ñoquis estatales”, repiten sus votantes, ¿cuál es el beneficio económico de esa actitud de gobierno?

La confianza 

A Fernando De la Rúa le costó conseguir consensos para el ajuste, pero algunos sectores le acercaron su mano para garantizar la gobernabilidad. “El recorte es la única salida y no es negociable” dijo el ex presidente cuando las medidas para despedir trabajadores y recortar fondos de universidades se quisieron implementar por decreto. De la Rúa también repetía una consigna en su discurso: “el Estado no sirve para nada”. Intentó convocar a gobernadores a un pacto para el 9 de julio mientras esperaba un nuevo desembolso del Fondo Monetario Internacional (FMI). Quería ganar aire. Lo poco que consiguió en el plano simbólico se evaporó a las pocas semanas. Para ese momento De la Rúa ya había licuado gran parte de su capital político, “las decisiones políticas tienen un tiempo y ya se había agotado” dijo más tarde Chrystian Colombo, ex jefe de gabinete, para graficar la delicada situación en la que se encontraba el gobierno ese año.

“A cien días, De la Rúa mantiene la confianza”, el título pertenece a la tapa del diario Clarín del 19 de marzo del 2000. El fenómeno del presidente radical todavía era fresco y los números de las encuestas lo mostraban con más de un 60% de aprobación por parte de la sociedad. 

En 2001 las medidas ya empezaban a sentirse en el tejido social y también obturaban las intenciones del gobierno de aplicar nuevos ajustes exigidos por el FMI. Cada anuncio implicaba un nuevo conflicto que marcaba un límite, que debía ser negociado y que achicaba la capacidad de maniobra. El problema al tope de los rankings para los argentinos y argentinas no eran ni el peronismo, ni el tamaño del Estado; eran la desocupación, los bajos salarios, los aumentos de impuestos y la falta de políticas económicas a favor de los jubilados. Después de marzo llegó el tratamiento por la reforma laboral en el Congreso y los hechos de represión en las calles que evitaron que el peronismo acompañara el proyecto. Dijo De la Rúa “el miedo no frenará la reforma laboral”, la cuál finalmente salió con una intensidad más baja de la esperada y luego de una ardua negociación con los sindicatos.

Para junio del 2000 el 50% de imagen positiva del presidente De la Rúa se convirtió en negativa. Las personas consultadas coincidieron en que la economía de mercado tenía ventajas (39%) pero también quee las expectativas por una economía mejor se habían reducido y las soluciones aportadas por el gobierno no eran satisfactorias. También aparecen otros números interesantes en la encuesta de Graciela Römer & Asociados, como el dato de que el 76% de las personas encuestadas rechazaba una dolarización de la economía.

Al cumplirse cien días del gobierno de Milei, la consultora Explanans presentó un informe que mostraba un 51% de apoyo a la gestión por parte del electorado. El sentimiento más predominante fue el de esperanza (40%), pero en un segundo plano quedó la bronca (32%). Lo que también daría a suponer que la paciencia es más corta. El 59% afirmaba estar peor económicamente y un 39% calificaba con el puntaje más bajo posible al gobierno. 

Para que la imagen de Milei se sostenga en el tiempo no alcanza con los caramelos de la batalla cultural, necesita resultados. Eso puede explicar las presiones a las que se ha visto sometido Luis Caputo estos días. El presidente se empieza a impacientar y a pedir números que, hoy por hoy, no están ni en las cuentas oficiales, ni en los bots de X.

De la Rúa invirtió su imagen de positiva a negativa de manera veloz y uno de los puntos que no atendió fue el agotamiento de la sociedad. En declaraciones a Cenital, el ex jefe de gabinete del radical dijo de manera tajante: “el que no cambió fue el gobierno, porque la clase política había acompañado hasta donde pudo y, después, no pudo más”.